Soledad y exquisiteces.


  Cuaderno de bitácora. Día 8 de 335. El barco avanza, sin rumbo, por el mar que supone la vida. De momento no me he encontrado con ninguna tormenta ni con ningún kraken que haga que esta osada travesía llegue a su destino, si es que lo hay. Aprovecho para decir que estoy haciendo el almuerzo mientras escribo estas líneas, así que espero acabar a tiempo y que no se queme mi casa.
  Qué sería del ser humano sin esas conversaciones espontáneas que se dan en las cafeterías, en los supermercados o en las tiendas. En esta semana que está a punto de acabar mantuve una con el trabajador del mini market al que suelo acudir. Normalmente hablamos de política, de actualidad, etc, aunque en esta ocasión el tema era algo más complejo: el ser humano.
  Tras hablar un rato largo y tendido de experiencias personales, y tras regalarme los oídos echándome muchos años menos de los que tengo (menos de 30; otro que tendrá que ir a que le revisen la vista), dijo algo que se me quedó grabado: la persona, a medida que se hace mayor, se hace más exquisita a la hora de elegir cómo y con quién pasa su tiempo.
  ¿Saben? Tiene parte de razón. He pasado de intentar hablar con todo el mundo, de convertirme en un “ser social”, a despreocuparme de casi todos. Y no es que yo haya cambiado mi manera de ser o de pensar. No amiguitos. La culpa la tiene este mundo, en el que la gilipollez se extiende más rápido que el coronavirus. Y a los hechos me remito.
  ¿Recuerdan que en la anterior entrada dije que a veces comento fotos de alguien que trabaja en Mediaset? Pues por norma general esa persona casi siempre contesta, ya sean 456 comentarios alabando su belleza o los pocos comentarios medianamente elaborados que van más allá de la foto subida, y se paran a leer lo que comenta en ella para contestar. Mientras esto pasa en el mundo de la gente conocida, Jenny376loveforever, muchacha de 19 años residente en Santa Cruz, cuyo mayor mérito es haber salido en Nochevieja sin caerse por los taconazos que llevó, sube fotos delante del espejo del baño, con la mascarilla Fructis de fondo y el rollo de papel higiénico sobre el lavabo porque no le ha dado tiempo a colocarlo en el portarrollos, tratando de dar lecciones sobre la vida. No esperes que conteste a los comentarios, porque para que eso pase tiene que dar su consentimiento Silvia_98TQJosito, también de 19 años, prima de Jenny y también su representante.
  Y es que las redes han hecho mucho daño. Aunque más que las redes es el uso de las mismas. Antes de su irrupción el que era idiota (o la que era idiota, que hay que defender la paridad) permanecía en la sombra. Como mucho era aislado en las comidas familiares por su idiotez. Con el surgimiento de las redes sociales el idiota (o la idiota, de nuevo por si alguien del Ministerio de Igualdad lee esto) decide hacer pública su idiotez como el que airea las sábanas. Y lejos de ser censurado o aislado encuentra a otros al que les gusta su idiotez, haciendo que la legión de idiotas aumente. A lo que algunos llaman libertad de expresión yo lo llamo terrorismo neuronal.
  Ante este panorama es normal que la gente se vuelva cada vez más “exquisita”, entre los que me incluyo. Parafraseando el anuncio de ING Direct, la soledad es mía y cada vez la de más gente. Y sólo hay que ver las ventas del Satisfyer para ver como cada vez más mujeres optan por...
  De repente empiezo a oler a quemado…




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