Aprendiendo a querer(se).

  Cuaderno de bitácora. Día 14 de 335. Hoy es San Valentín. No sé si lo han notado por las decenas de corazones que adornan las tiendas, o por el resurgimiento de los anuncios de perfumes en televisión, esos anuncios que para poder entenderlos necesitas tener 3 carreras, 2 grados, 5 másteres y reunir las siete Bolas de Dragón. ¿Por qué los hacen tan complicados? ¿O tan abstractos? ¿Se acuerdan del Eau d’Eté? Ahí no hizo falta una campaña de publicidad que diera a entender que todos éramos tontos por no entender nada. El nombre lo decía todo. ¿Eau d’Eté? ¡Eau d’Eté tú!
  Pues eso, que es San Valentín, y de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de un fenómeno que rivaliza con el de la España vaciada: el corazón vaciado. Y está de moda, como las casas de apuestas.
  Seguro que tú, muchachito o muchachita que lees esto, estás en parte de acuerdo con lo que acabo de exponer. Si eres chico prefieres invertir en tu torre del PC antes que conocer a una chica y salir por ahí. Si eres chica prefieres adoptar un gato. Si eres joven y te abres un perfil en una red social de ligoteo no lo haces para conocer a alguien, sino para buscar seguidores en tu cuenta  de Instagram. Si abres un perfil en esa clase de redes y ya tienes una edad lo haces para reflejar que te ha ido mal, y conviertes tu perfil en una oda a la negatividad. No a todo. Es como el “no es no” de Sánchez a Rajoy cuando éste gobernaba, pero multiplicado por la enésima potencia. Que no fume. Que no beba. Que no respire. Que no tenga el potasio entre 3,5-4 mg/dl. Y así un largo etcétera. He visto casos en los que en el apartado donde hay que rellenar datos como el color de pelo o la altura han escrito “no me gusta que sean altos, ni bajos, ni de estatura media”.
  Pero llega San Valentín, y el amor está en el aire. Tengo por costumbre, desde hace ya algunos años, regalarle una tontería a mi madre ese día, que generalmente es una chorrada que suelen vender en los Mini Market a precio de oro. Cosas como rosas de chocolate, cuyo precio supera al de la escena de los pétalos de American Beauty. Este año tocó regalarle una orquídea, y durante el trayecto desde la tienda hasta mi casa toda mujer, fuera de la edad que fuera, fuera sola o acompañada, me miró y sonrió. Les apuesto lo que quieran a que el lunes, si me vuelvo a encontrar a esas mujeres, me intentan atropellar.
  Como decía un post que leí días atrás, la gente se divide entre las personas que están con cualquiera con tal de no estar solas y las personas que están solas con tal de no estar con cualquiera. Y días como el de hoy hacen que proliferen personas del pasado, con las que has mantenido algo o simplemente ese algo no cuajó, buscando afecto. Afecto un día establecido por los grandes almacenes por puro consumismo. Es triste y hasta cierto punto poético.
  Y es que antes de pretender querer a alguien deberíamos empezar a aprender a querernos a nosotros mismos. Eliminar de una vez por todas esa idea prehistórica de que estar solo no te convierte en un bicho raro incapaz de amar, de sentir o de comprender a los demás. Decidimos estar solos porque el mundo no nos ofrece lo que creemos que merecemos. Si esa persona aparece será bienvenida. Y si no aparece estaremos con la persona con la que mejor congeniamos: nosotros mismos.
  Tengamos un poco de amor propio.


Comentarios

Entradas populares de este blog

En obras.

Soledad y exquisiteces.